Podría contarte muchas cosas sobre la isla si realmente la hubiese visitado. Alquilamos un coche, planeamos levantarnos pronto y pasar por algunos sitios emblemáticos de la isla. Luego nos emborrachamos cada noche y el plan inicial se derrumbó, como tiene que ser .
Íbamos a ser dos y al final se unieron Agustikín y Ainhoa para mayor diversión. Viendo esas playas y con Agustikín a mi lado guitarra en mano, a ver quién se resiste a montar un espectáculo callejero. Dicho y hecho, buscamos el sitio adecuado y montamos nuestro show en el paseo marítimo, con barquito al fondo incluido en la estampa, y ahí nos lanzamos.
Agustikín abrió con “Amapolas” y cayeron las primeras monedas en la funda. Y, a partir de ahí, sólo recuerdo que tocamos y tocamos y tocamos.
El sol cayó (en esta isla no anochece, el sol se cae) y seguimos tocando.
Oscureció hasta que casi no nos veíamos el uno al otro. Y seguimos tocando.
Y a mí no se me borró la sonrisa con la que salgo en la foto durante todo ese tiempo… Y no era por la indumentaria de mi compañero .
Económicamente no fue muy allá, unas monedillas y una cerveza que nos regaló Frank, un nigeriano que estaba de vacaciones y trabajaba en un garito de música reggae en Atenas. Como diría el gran Manuel Macarro, a veces se alimenta el bolsillo del pantalón y otras el que está justo al lado del corazón.
De ahí a las copas para no perder las buenas costumbres. Como somos mudos, acabamos charlando con Evelyn y Marcela, dos chicas chilenas, mientras Ainhoa hacía de las suyas con un grupo de daneses.
No sé cuánto tiempo transcurrió pero lo siguiente que recuerdo después de hablar de la casa de Neruda en Isla Negra (me encanta lo de que el tipo tuviese tallado sobre las vigas los nombres de sus amigos) es que estábamos desnudos bañándonos en la playa mirando las estrellas, que estaban lloviendo para nosotros.
Sintiendo que mi trabajo de sparring había finalizado y asumiendo que estas ya no son mis guerras, me retiré dejando a Agustikín a lo suyo… De lo que ocurrió a partir de ahí sólo Agustikín, Ainhoa (que se reincorporó después de beberse las cervezas de los daneses) y las chilenas lo saben.
De esa noche me quedo con Agustikín hablando sobre la gente que se paró a escucharnos, las madres con los niños, de Frank… Y yo pensando que había estado unas cuantas horas tocando con él y no me había dado cuenta de nada más, ensimismado en el placer de hacer lo que me hace feliz, tocar música y estar con amigos.
Un abrazo,
Hare