Hay tres tardes, una depresión, un repaso al árbol genealógico de Ingvar Kamprad (¿por qué no seguiste con la granja familiar, hombre?), 5 whiskys para curar la depresión mencionada, 3 paracetamoles para curar la resaca generada, 5 llamadas del bro preguntándome por qué no pienso en tener hijos todavía (¡¡si es maravilloso!!), la búsqueda infructuosa por casa de esa especie de buril (¿pero esto no se hacía todo con la llave esa en forma del símbolo de los invasores de “V”?), la baja en combate de un bolígrafo usado como buril… unas cuantas blasfemias al descubrir en el paso 34 que la cagué en el paso 16, la discografía completa de los Rolling y la determinación de no volver a montar jamás, he dicho jamás, un mueble de IKEA.
La próxima vez que mi padre me recuerde que mi vida ha sido un paseo comparada con “sus tiempos” le recordaré que, al menos, cuando él conseguía ahorrar para comprarse un mueble, se lo traían montadito a casa. Sí, esa casa que pagaste en la décima parte del tiempo que tardaré en comprar la mía y por la décima parte de lo que yo pago, ¡amos hombre! Nuestra vida es un paseo, sí, pero por el laberinto de hamsters del IKEA, para ahorrarnos unos durillos y temiendo llegar a la parte donde empieza el malabarismo para meter un strogfl en el maletero. Que no entra, que ya te dije que no entraba….