Ayer noche fue un gran día. Sí, a veces los verdaderos días comienzan de noche, todo lo que antecede es simplemente tiempo de espera. Como ese segundero de cuenta atrás de algunos CD’s entre canción y canción y que pasa a ser uno más de los misterios de la vida. Bueno, que me enrollo…
Llamó Agustín contando una película de miedo sobre que había perdido mi número y lo había encontrado justo ahora. Agustín es así; hacía unos 4 meses que no sabía nada de él. Lo bueno de los amigos de verdad es que no importa realmente cuándo ni cuánto te veas, todo se retoma exactamente donde lo dejaste la última vez, sin más que una breve puesta al día de información personal sin mucha relevancia, la verdad.
“Estoy de paso por Madrid y voy a ver a mi amigo Pepe Torres tocar hoy”. Tocaban juntos hace años cuando Agustín estaba en la cresta de la ola cantautoril y yo iba a verle a los conciertos sin conocerle personalmente. En aquel tiempo yo había escrito sólo una canción y actuado una vez en mi vida (abochornando a familiares y amigos) y él, ya debía de tener repertorio para dos horas… Luego coincidimos en varios festivales benéficos, juergas nocturnas con guitarra y mujeres con cuerpos de ídem, y supongo que mis locuras y las suyas conectaron, porque ya hace 10 años que le profeso cariño, admiración y paternalismo por igual.
“¿Te animas?” ¡Pues claro! Soy muy fácil de convencer cuando hay música en vivo. Lié a Alicia, a Sarita y al Niño Jesús y allá que fuimos, al Junco en Alonso Martínez. Por el camino enganchamos a Cecile y, para variar, llegamos tarde. Pero no pasa nada, los músicos tienen el mismo concepto de la puntualidad que el AVE de Barcelona; así que todavía nos dio tiempo a pedir unas cervecillas y a charlar con Pepe Torres. Un tipo tranquilo sin divismo ninguno, que podría ser maestro zen por la paz que emana.
No fue el típico concierto de jazz en el que el virtuoso de turno se mira el ombligo (gracias Chema Sáiz por enseñarme esto empíricamente). Fue una fiesta por todo lo alto, saltando entre ritmos y fusionando todo lo que se encontraban por medio con mucha clase y con el virtuosismo al servicio del feeling, como tiene que ser.
Pepe y el resto de su cuarteto : Javier Sánchez (guitarra), José Ramón Abella (bajo) y Valentín Iturat (batería y percusión) hicieron que se me quedase una sonrisa inmensa que me duró hasta llegar a casa. Todos son unos animales tocando y se estuvieron pasándose las melodías y los solos como si estuvieran charlando en el salón de casa.
En resumen, dormir tres horas y media, un disco dedicado y la promesa de ver a Agustín en las próximas dos semanas para devolver la “guitarra maldita” a su legítimo dueño. Esto último no se lo cree nadie.
No te pierdas a Pepe Torres www.myspace/pepetowers aunque creas que no te gusta el jazz, tienes que ver a este tipo y a su banda.
Un abrazo,
Hare